Un peregrinar inician cada día las amas de casa zulianas y venezolanas, durante su recorrido por supermercados, en busca de aceite para comer. Preparar las empanadas, sofreír la carne, cocinar el almuerzo y calentar las caraotas negritas se ha vuelto misión imposible.
Obtener aunque sea un litro de aceite en cualquier establecimiento equivale a ejercer un sacrificio inenarrable. Un notable recorrido por los estantes de los supermercados termina con la observación de espacios vacíos donde supuestamente debería estar dispuesto el aceite o, en el mejor de los casos, esos mismos espacios están ocupados por otros productos, por ejemplo, galletas o vinagre.
En caso de existir aceite en algún supermercado, cuyo precio alcanza los 4,77 bolívares el litro (el común, de ajonjolí), en ese mismo expendio es preciso hacer una cola para llevarse un solo envase y esa cola se parece a las gigantescas que se forman frente a los Mercal (mercados que dependen del gobierno nacional, similares a los de Corpomercadeo de la llamada "cuarta república").
Lo cumbre es que el aceite de girasol o el de soya desaparecieron "de la faz de la tierra", sólo se obtienen (si acaso) el de ajonjolí o una mezcla de este ingrediente con maní, girasol, soya, algodón, entre otros.
Y si es el aceite de maíz, cuyo litro cuesta seis bolívares, es casi imposible verlo en los estantes, a no ser que en otros establecimientos y en el "mercado negro" estén a la vista, a diez bolívares o más.
El aceite se suma a la lista de los desaparecidos. El azúcar, la harina de maíz, la harina de trigo, la margarina, el arroz y la leche. Y las expropiaciones a la orden del día, estimulando las inversiones. ¿Cuándo será el día en que los venezolanos verán los anaqueles llenos de esos productos?.
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