lunes, 1 de febrero de 2010

UNA ASAMBLEA MULTICOLOR

OSCAR ANDRADE ESPINOZA
El 26 de septiembre, los electores seleccionarán a quienes en adelante conformarán la Asamblea Nacional. Cinco años atrás, los votantes decidieron (en menor grado, por la alta abstención) la actual configuración del parlamento nacional, sin más alternativas que los entonces aspirantes a diputados por factores del proceso revolucionario (MVR, hoy en día PSUV), porque los candidatos opositores cometieron el desatino de retirarse de las parlamentarias, alegando que el árbitro electoral estaba vendido.
Se cometió en ese entonces un grave error que se está pagando caro, al punto que quienes tienen la potestad,  entre otras cosas, de elegir a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia y a los rectores del Consejo Nacional Electoral se han dado el lujo de seleccionar piezas claves dentro del proceso. Muchas decisiones inherentes al poder judicial o electoral, verbigracia, recursos interpuestos por factores opositores
o cercanos a ellos, no tienen éxito y el caso de RCTV, cuya señal se dejó de ver en señal abierta en 2007, no es la excepción.
Nadie quiere imaginarse cómo sería una Asamblea Nacional monocolor. Si estos desmanes han ocurrido durante estos cinco años, si se eligieron rectores afectos al proceso revolucionario, o jueces pertenecientes al PSUV (aunque no todos los actuales diputados votan a favor, porque quienes pertenecen a PODEMOS y algunos factores minoritarios se deslindaron de la revolución hace más de dos años), con una Asamblea integrada sólo por fichas rojas rojitas (el sueño dorado del Jefe) nada ni nadie detendrá la creciente hegemonía oficialista en todos los espacios.
Será el comienzo del fin. Porque si bien es cierto que los factores revolucionarios dominarán la Asamblea Nacional, los Tribunales, la Fiscalía, el CNE; se notará de manera más acentuada la dependencia de los poderes legislativo, judicial, moral y electoral, del ejecutivo. La exigencia popular evitará que muchos casos queden impunes.
La tarea no es sencilla. Hace falta un contrapeso. Una asamblea multicolor, un gran diálogo nacional, bastante trabajo. Pero la oposición tiene una labor titánica: unir a todos sus factores. ¿Qué puede atentar contra eso?. Las aspiraciones particulares y los cogollos. El primer caso debe ser tratado con mucho tino, sopesando prioridades antes que figuraciones; el segundo es casi inevitable, porque los caudillismos siempre querrán imponer a sus cuadros.
Hay que deponer actitudes, aunar esfuerzos y obtener, por primarias, consenso o encuestas, los mejores candidatos para lograr el contrapeso ideal, ante la hegemonía oficialista. Hace falta mucha voluntad.

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