Por el caño se fue su trayectoria deportiva. Su más importante pelea, contra la droga, contra la ingesta de licor, fue parecida a la que eventualmente libraría contra Manny Pacquiao. Bien, si es cierto que por beber licor en exceso o por consumir estupefacientes el entendimiento disminuye, se podría entender que esa merma en la psique sería la razón por la cual terminó con la vida de su esposa.
Sin embargo, siempre se ha partido desde este principio: si usted desea saber que alguien perdió la razón, póngalo a comer heces fecales. Si las ingiere, en efecto está de remate; de lo contrario, esa persona está en sus cabales.
Conclusión: no se puede creer que un ciudadano está loco a priori. Siempre se ha comentado: fulanito la mató, pero es que estaba loco. ¡Pamplinas!, nada justifica un crimen, como el cometido por el campeón mundial de boxeo, Edwin Valero, contra su mujer.
Ese ensañamiento (por el número de puñaladas) no fue, según se puede apreciar, porque Valero estuviera loco. Repetimos, la locura no puede ser utilizada como justificativo. De lo contrario, cualquiera alegaría enajenación mental para asesinar a alguien de quien pretenderá desquitarse.
Cuando se conoció del asesinato de Valero a su compañera, una negra nube cubrió el cielo venezolano. Se trata de un ejemplo de juventudes, campeón mundial por el Consejo Mundial de Boxeo, peso ligero, como decir, hace años, Betulio González, Torito Gámez, Explosivo Muñoz, el mismo Lencho Parra, entre otros cuyos nombres escapan a nuestra memoria.
Esas 27 peleas ganadas, todas por nocáut, la mayoría en el primer asalto, quedaron en la historia. Cuando Valero, en mala hora, tomó un cuchillo para enterrarlo de manera repetida en el cuerpo de la madre de sus vástagos y darle muerte, esto último ocurrió con el campeón.
¿Qué dirán los niños?, admiradores de boxeadores como Valero. Cuando sus padres se enteren (como en efecto ha ocurrido), ¿qué les dirán a los muchachos?. Valero ya no es ese buen ejemplo. Será como Julio Machado, lanzador del conjunto de béisbol venezolano de las Águilas del Zulia, cuya rutilante carrera de grandes ligas finalizó (también en mala hora) cuando tomó un arma para accionarla contra una mujer, durante el regateo de dos vehículos (entre ésos el que él conducía), en una avenida de Barquisimeto.
Un crimen no se justifica. La locura no puede ser excusa. Es lamentable, Valero tiene como destino la cárcel. Si previamente había propinado reiteradas golpizas a su mujer y ella no lo acusó, además de haber sido detenido, pero luego liberado, con el fin de internarlo en un psiquiátrico y de paso ser dado de alta para que se fuera a Cuba a un tratamiento antidrogas (al cual no acudió), se esperaba un lamentable final como la muerte de su consorte. Los barrotes y no el ensogado será lo primero que verá el Inca cuando despierte y recuerde que a su esposa la perdió por su culpa.
ADIÓS, CAMPEÓN...
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